lunes, 26 de noviembre de 2012

Un Canto a Eros

 
 
 
Libido sagrada que subes en frenético espiral hasta el gran ocaso del fuego divino
Llegas a la apertura del falo empíreo y creador flor de espiga lágrima de metáfora
Agua profunda deseo maduro estertor de pasión volcán en furia eterna
Bendice estas ganas terribles que tengo de ti ahora y siempre
Rastro celeste cometa en danza estelar orgasmo del sol

Ven a mi risa del silencio enciende mi relámpago torturado por el amor
quiero deslizar mis dedos luciferinos también mi boca de ansia incontrolable
en medio de tu fuerza viva triángulo exquisito locura de crepúsculo
Navegaré en las turbulentas olas del deseo dentro de nuestro romántico erotismo
y que la melodía del bardo en su poema despierte a Cupido del profundo sueño.

Aquí estoy convertido en montaña de ansiedad dolor de lluvia apresurada
con mi barco de memorias serpiente de tempestad caricia oscura
y mi mano empapada de melancolía se pose sobre tu piel de amante sirena
esa piel con sabor y fragancia vaginal flor de primavera fruto de tu ser
Besaré la mariposa tierna de tu cuerpo recipiente de colores magia celestial
rumor de campanas agitadas al contacto con el beso lascivo furtivo que se atreve.

No dejes que las hojas de la tristeza resbalen sobre tu cálida copa
Impregnaré con el sudor de mi cuerpo mirada fogosa de ardiente verano
para hundirnos en la poesía genital del mar nota inefable de canción edénica
Tócame con el tacto de tu azucena en flor mi viril columna de pasión
y mírame con esa mirada de océano tranquilo a los ojos de mi verdad.

Lameré con devoción tu lago púbico hasta ver la estrella cansada de brillar
Tu respiración y la mía se fundirán de instante en momento eternidad sublime
para que el nido de placer sea satisfecho con mi láctea esencia de la vida
Consentiremos a la flamígera y celestial felación cumplir con su delicioso cometido
y la poesía del amor quede en absoluta libertad cuando amanezca
Por último te cubriré con dulce viento de luna clara como eufonía inmortal
y la playa de arenas sollozantes de nuestra pasión quede por completo satisfecha.
 
 
José Santana Prado